La revolución fue impulsada por una combinación de factores socioeconómicos, políticos e intelectuales, incluida la creciente desigualdad económica, los altos impuestos, la mala gestión financiera de la monarquía, la influencia de la Ilustración y el descontento generalizado entre la población, especialmente entre la clase baja y la burguesía.
Comenzó con la convocatoria de los Estados Generales en 1789, donde los representantes del Tercer Estado (la burguesía y el pueblo llano) se rebelaron contra el sistema de privilegios del Antiguo Régimen y formaron la Asamblea Nacional Constituyente. La toma de la Bastilla el 14 de julio de 1789 se convirtió en un símbolo de la revolución y marcó el inicio de la caída del régimen monárquico.
Durante el periodo revolucionario, Francia experimentó una serie de cambios radicales, incluida la abolición de los privilegios feudales y la monarquía absoluta, la promulgación de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, y la implementación de reformas sociales y políticas, como la división administrativa en departamentos y la creación de un sistema legal más igualitario.
Sin embargo, la revolución también estuvo marcada por la violencia y la inestabilidad, con episodios como el Reinado del Terror, liderado por el Comité de Salvación Pública y dirigido por figuras como Maximilien Robespierre, que resultó en miles de ejecuciones, incluida la del rey Luis XVI y la reina María Antonieta.
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